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Docentes, relojes y jubilación

15/05/2009 Olga Martín Cobos

La Consejería de Educación homenajea en Mérida a los docentes de enseñanzas no universitarias que se jubilaron el curso pasado. Son 376. Este reconocimiento prestigia la profesión, porque lo merecen los homenajeados, lo deseamos los que quedamos en activo y lo necesita la sociedad. El ritual se repite: los discursos, el homenaje, los recuerdos, los relojes y la foto. La mayoría de los testimonios reflejan los cambios vividos en la sociedad y en la educación, la entrega a la profesión, la colaboración familiar, los buenos recuerdos, las tareas por amor al arte: limpiar clases, fregar mesas...

El reloj como regalo de jubilación se ha convertido en símbolo del tiempo libre. Me sigo haciendo la misma pregunta. Después de una vida laboral bajo la esclavitud del timbre y del cambio de clase, con la lupa de los padres pendientes de entradas y salidas, bajo la presión de la temporalización de actividades, con la impaciencia de los alumnos deseando salir, con la espada de Damocles de las fechas límite sobre la cabeza, cuando el docente ya es dueño de su tiempo, en un mundo en el que mil artilugios nos muestran la hora, ¿para qué necesita un docente jubilado un reloj? En la foto, las caras más reconocibles no son las que alumnos, padres y compañeros recordarán. Pocos recuerdan a los cargos públicos, pero ¿quién no recuerda a alguno de sus maestros y profesores para bien o para mal?

Según la Dirección General de Política Educativa, «hay que cambiar las formas para cambiar los resultados». Esta idea que impregna la propuesta de Ley de Educación de Extremadura es una de las preocupaciones básicas de la Junta. ¿No será que un cambio de las formas implique la renovación gradual de la plantilla docente? ¿No estará detrás de las normas de procedimiento para la solicitud de la jubilación anticipada voluntaria el relevo generacional del profesorado por entender que éste no está preparado para afrontar los retos educativos por razones de edad? El rejuvenecimiento de las plantillas no va a solucionar el fracaso escolar. Antes hay que preguntarse por qué aumenta cada año el número de docentes que se plantea la jubilación y qué situaciones llevan a tal hartazgo. La solución nos es jubilar al profesorado, sino saber por qué se quiere jubilar cuanto antes. Es paradójico que, cuando la salud prolonga la vida, la Administración invite a recortar la etapa laboral en bien del sistema. La solución está en el fondo, no en las formas; bastaría con reducir la ratio profesor/alumno, recortar el horario a los mayores de 55 años, tolerancia cero con la indisciplina, democratizar los órganos de gobierno de los centros, reconocer la labor docente y disminuir la burocracia.

Miramos a nuestros compañeros profesores universitarios con envidia, pues se jubilan rodeados de prestigio y reconocimiento. Puede que todo cambie cuando los universitarios protesten por todo, coman gusanitos en clase, entren y salgan cuando quieran, sus padres les hagan la matrícula, estén conectados a Twenty mientras el profesor explica, se mueran de hambre sin un taperware y griten en los pasillos como si estuvieran en el instituto. Cuando llegue ese día, seguramente nuestros compañeros de universidad también estén deseando jubilarse. Pero no será porque no hemos avisado. El consejo habría sido sencillo: «tendríamos que haber cambiado las formas para cambiar los resultados».

*Profesora de Inglés y miembro del Comité Ejecutivo del Sindicato PIDE.

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