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«La extensión de la herida»

03/09/2025
Sindicato PIDE

Los políticos, como era de esperar, se echan la culpa unos a otros del desastre. Todos eluden su responsabilidad y cargan al otro con los errores que han amplificado las dimensiones de la devastación.

Decenas de miles de hectáreas han sucumbido a la violencia despiadada de las llamas, a la tormenta de fuego que ha estallado con una fuerza inusitada. La lumbre creció, sin freno, alimentada por la seca vegetación y empujada por el viento, y ha dejado una enorme herida y un paisaje apocalíptico de campos asolados y personas que lo han perdido todo.

Los políticos, como era de esperar, se echan la culpa unos a otros del desastre. Todos eluden su responsabilidad y cargan al otro con los errores que han amplificado las dimensiones de la devastación. Pero, en este caso, como en tantos otros, las competencias estatales y autonómicas están delimitadas por la ley: el que quiera saber, que sepa.

En octubre del 2024 la DANA arrasó campos y localidades, y en agosto del 2025 el fuego ha arrasado todo lo que ha encontrado a su paso en varias comunidades. Dicen los expertos, los de verdad, que los desastres naturales han llegado para quedarse, que los datos científicos son de una evidencia nívea: el que quiera saber, que sepa. Los últimos acontecimientos naturales (el análisis de los mismos) certifican que se pueden minimizar los desastres con unos buenos protocolos de prevención durante todo el año, además de tener un cuerpo de bomberos bien pagado y dotado de suficientes recursos.

La prevención también tiene que prestar parte de su atención al ejecutor, al pirómano; aquella persona que decide prender la mecha y desatar el infierno. Lo que hace es un crimen y como tal debe tratarse; después, si la maldad que alienta sus fechorías se asienta en una patología mental y en otras razones, tendrá que ser el juez quien lo dirima e imponga la sanción o el castigo que corresponda.

El político que toma malas decisiones, en muchos casos de forma reiterada, y no está al pie del cañón cuando la tragedia se cierne sobre los ciudadanos, debe dimitir y someterse también al escrutinio de la ley.

Los responsables políticos son los que pueden implementar las medidas preventivas para rebajar los efectos de los desastres naturales. Si así se hubiera hecho en la hecatombe de la DANA o en los pavorosos incendios, la devastación y la muerte hubieran sido menores.

No faltan los sectarios habituales que, desde la política o desde ámbitos de las redes sociales, trazan un entramado de bulos para alimentar al fanático prostituido o al mercenario recalcitrante; para así, disimular o diluir las culpas. Si no cuela que los culpables son otros; al menos, que los ciudadanos consideren culpables a todos (el que quiera saber, que sepa).

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